Cómo han cambiado las cosas, cómo han evolucionado en todos los sentidos, para lo bueno y para lo malo. El desarrollo de las tecnologías ha revolucionado nuestras vidas, eso ya nadie lo discute. Hace unos días, tomando un café en una terraza con unos amigos, hablamos cómo hace unos cuántos años, las sobremesas y las quedadas con amigos-familiares, se solían amenizar con los chistes. Pero ahora ese recurso humorístico tan sano y siempre recomendable, casi se ha desterrado de estas reuniones.
Es cierto que hay personas que tienen más gracia y también mejor memoria para contar chistes, historietas la mayor de las veces absurdas de esas que te hacen soltar una saludable carcajada (aquí, el maestro Chiquito de La Calzada nos enseñó que no importa demasiado el fondo del chiste, sino el modo de contarlo), pero a quien no se le da bien contar chistes, quizá sabe reírlos inteligentemente y así, de paso, animar al contador a seguir buscando el que nos quedará casi seguro en la memoria en esa velada. Conocí en un pasado no muy lejano a alguien que manejaba una pequeña libreta de chistes, convenientemente numerados, y que en esas veladas le podías pedir un número al azar y con sólo mirar el título te lo contaba con una gracia desigual, dependiendo claro de la calidad del cuentecillo. Si era un poco maluco, siempre podías repetir suerte con otro número.
El motivo claro del declive de los chistes está en el dichoso Whatsapp (también en las redes sociales), esos mensajes instantáneos que te llegan a tu teléfono móvil y por donde circulan cientos, miles (millones si incluimos otros idiomas) de los llamados memes o chistes cortos que han venido a sustituir a los tradicionales, pero cuya consecuencia inmediata es que el contador habitual de chistes haya perdido la cultura del esfuerzo por memorizar y narrar esos que te solía contar en cuanto surgía una buena oportunidad.
La pandemia del coronavirus también ha mermado fuerza a los chistes, pues con todas las restricciones que han estado vigentes desde hace ya más de un año apenas se han permitido celebrar reuniones en casas, bares y restaurantes con nuestros queridos amigos y familiares, un buen caldo de cultivo para los tan necesarios chistes. Ya he dicho aquí en otras ocasiones que la práctica del humor es un recurso tan necesario como aconsejable para luchar contra el estrés y la locura del vivir diario al que la mayoría de nosotros estamos sometidos.
Hoy también quiero rendir un homenaje a los creadores de los chistes y ahora de los memes, a ese derroche de imaginación, siempre fresco, atento a la actualidad más rabiosa. Cuántas veces no te han contado un chiste el mismo día que se producía una noticia de las que se brindan al chiste fácil (o al elaborado y retorcido). Yo reconozco que he contado miles de chistes en mi vida, pero nunca he inventado ni uno sólo siquiera. Mi admiración tanto para los ‘productores’ de chistes como para los buenos contadores, porque de ellos será el reino de los cielos. Y para que el humor no se destierre jamás de nuestras vidas, por muy mal que vaya este mundo, pues es el único que tenemos… de momento.
Asín sea.