Querido hijo:
Me duele la soledad y la incertidumbre y desde esta herida te dibujo en silencio. Me recreo en tus pupilas que me pintan siempre grande y hermosa, en tus brazos abiertos, en tus sueños, en todos los recuerdos compartidos y en esa falta de tiempo donde besos y abrazos han podido con las palabras.
Quiero pedirte perdón por no haber sido capaz de detener el tiempo y despedirme, por marcharme sin decirte, una vez más, lo mucho que te quiero, por no estar contigo en estos días tan difíciles.
Quiero darte las gracias por tu amor incondicional, por obviar mis errores y defectos, por haberme querido a pesar de mis imperfecciones.
Y por último, deseo ofrecerte todo mi apoyo en ese mundo que te espera, en todos tus proyectos, ser esperanza en tus tropiezos, fortaleza en tus caídas, ilusión en tus desdichas, un abrazo en tus peores momentos.
Te pido, humildemente, que me dejes un lugar en tu corazón para estar siempre contigo porque, aunque esté lejos, nunca dejaré de quererte.