miércoles, 27 de enero de 2021

miércoles, 27 de enero de 2021

Cuatro personajes
en busca de una autora

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela

Érase que se era, en el interior del alma de una mujer, un cuento protagonizado por cuatro personajes que se sentían profundamente infelices.

Había una madrastra, reina poderosa, que sin embargo se sentía insegura. Sólo se fiaba de la visión de un espejo, que decía adivinar el futuro y comprender la vida, pero que deformaba la realidad y la convertía de un mundo cruel, en una “lucha de tronos” donde el que no vence, muere, y todos son potenciales enemigos. La angustia de no ser en un futuro “la más hermosa del reino”, la más poderosa, la más respetada… no le permitía sentirse jamás satisfecha. Y como sus actos estaban movidos por el miedo, no por el amor, la acabaron llamando “malvada”. 

También había una princesita desvalida, que renegaba de su condición porque sólo le había supuesto inconvenientes y persecución, cuando ella sólo deseaba cariño. Renunció a sí misma en su empeño por adaptarse y que la admitieran como una más. Se sentía terriblemente culpable por no ser “adecuada” y vivía encogida, temerosa de que descubrieran su candor y se aprovecharan de su inocencia.

Un aguerrido cazador recorría los bosques en busca de aventuras y nuevas experiencias, pero se puso al servicio de las convenciones sociales y el dinero, desperdiciando sus notables habilidades y envileciéndose poco a poco,  hasta acabar traicionándose a sí mismo.

Y, por último, un enanito gruñón se pasaba el día excavando en lo profundo de una mina, sin ver el sol. Además, en sus ratos libres se dedicaba a proteger animales en peligro y princesas perseguidas, con lo que se pasaba la vida anteponiendo su trabajo y sus obligaciones a sus deseos. Hacía muchas cosas buenas e intentaba complacer a todo el mundo, pero no dejaba de quejarse y se sentía abusado e infeliz.

Un buen día, acudieron los cuatro en busca de la Autora de la historia, porque cada uno de ellos creía que era el que peor suerte había tenido y querían cambiar de papel. Pero Ella les hizo ver todo lo que se les estaba escapando de su personaje.

La reina era bella e inteligente, y no tenía por qué competir con nadie, porque su propio brillo nadie lo podría nunca ensombrecer. Cuando se sintió valiosa, comenzó a agradecer todo lo que tenía y comprendió que cooperar no es perder, sino ganar.

La princesa creció y se dio cuenta de que no era la víctima de circunstancias externas, sino la dueña de su destino. Aprendió a aceptar su forma de ser y a expresarla con autenticidad, fortaleció su autoestima y, de repente, comprobó que sus amigos seguían siéndolo y que la opinión de la mayoría le importaba bien poco.

El cazador entendió que lo único que diferencia al mercenario del héroe es la motivación, así que volcó su audacia e idealismo en una causa noble, al servicio de los demás. Y se sintió digno.

Y el enanito decidió dedicarse tiempo a sí mismo, para descansar y disfrutar. Y aprendió a decir “no” y comprobó que no era egoísmo, ni ser “mala persona”, porque rendía más en el trabajo, trataba mejor a los suyos porque rebosaba energía y buen humor, e incluso se hizo valer en su entorno, por lo que obtuvo el reconocimiento que merecía por su esfuerzo y buen corazón.

Al final, los cuatro se sentían felices y habían perdido todo deseo de ser “otros”. Y dentro del alma de la Autora del cuento reinaron, al menos por un tiempo, la armonía y la felicidad. ¿Cuáles son tus personajes? ¿Cómo deseas que continúe tu historia?