
Escribo conmocionada por el siguiente texto que leí en el muro de Facebook de uno de mis amigos: “Si uno de mis contactos es votante de XXX, le invito a que me bloquee y me elimine, porque para basura ya tengo un cubo en casa”. Y al día siguiente pude comprobar que acumulaba diez “me gusta”, un “me encanta”, un comentario con aplausos y un “me entristece”. El mío.
Nos resulta fácil poner detrás de XXX al partido que encarna la ideología contraria a la nuestra, pero sería saludable hacer el ejercicio de colocar en ese lugar a las siglas que hemos votado en las últimas elecciones. En el primer caso igual nos parece justificado, pero en el segundo seguro que lo sentiremos como una exageración y un ataque personal.
Quiero creer que semejante reacción en una persona a la que considero razonable y sensible viene motivada por algún acontecimiento concreto, que la ha alterado más de la cuenta. Pero sigue siendo triste, y peligroso, motejar de “basura” a un ser humano por sus ideas. Puede uno estar en total desacuerdo con alguien, pero esa persona sigue siendo amigo, familiar o colega. Y merece un respeto, por equivocado que esté o que me parezca a mí que está. Y tal vez yo tenga algo que aprender de él o ella, aunque sólo sea lo que debo evitar.
Me precio de tener amigos a ambos extremos del espectro ideológico, porque para mí el pensamiento político es una característica más de su persona, que ni siquiera es la más importante. No me molesta ninguna forma de pensar, pero sí el radicalismo, la “cosificación” del oponente, el negarse a caminar con sus mocasines siquiera durante un momento. Porque todo el mundo tiene sus razones para actuar de determinada forma, y tal vez sea la actitud avasallante e impositiva mía o de “los míos”, la que lleve a “los otros” a radicalizarse.
Eliminar a alguien de tus contactos en la era digital significa tacharle de tu agenda, no contar más con él o ella, olvidar todos los pequeños momentos compartidos. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Cruzar de acera cuando te lo encuentres? ¿Agredirle física o verbalmente? ¿Boicotear su actividad profesional? ¿Perseguirle? ¿Eliminarle?
¿Cómo voy a entenderme con una persona, ni a convivir en paz, si me cierro a establecer ninguna relación con ella, después de haberla descalificado? Lo veo difícil. Pero si los individuos se niegan a dialogar, los políticos sólo serán un reflejo de sus votantes. Nadie debería extrañarse de que adopten posturas extremas y que les baste con tener un voto más que su contrario para imponer su voluntad, sin esforzarse por buscar soluciones que satisfagan a la mayoría o, mejor aún, a la totalidad. Me da igual una dictadura fascista, bolchevique o “politicamentecorrecta”, porque lo que aborrezco es el autoritarismo que anula la libertad de disentir, sin la cual es impensable una sociedad democrática.
Si por mi forma de ver este tema alguno de mis contactos decide “bloquearme” y “eliminarme”, tendrá que ser él o ella quien tome la iniciativa, porque yo no tengo intención de renegar voluntariamente de ninguno de mis allegados por razón de sus ideas, raza, cultura o religión. Ni siquiera porque me hayan decepcionado. Ya que siento que más allá de la ideología están las personas y creo que debo aceptarlas con sus limitaciones y sus errores, especialmente si las conozco y aprecio. Y prefiero tender puentes que volarlos, porque la historia nos muestra adónde conduce ese camino y yo no deseo transitarlo.