miércoles, 5 de febrero de 2020

miércoles, 5 de febrero de 2020

¿Quién?

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela

La canción “¿Quién?” del cantautor Luis Guitarra, que trata sobre cómo el que procura hacer el bien a otra persona siempre recibe algo valioso a cambio, me ha hecho reflexionar sobre el voluntariado, especialmente el que se realiza en el Teléfono de la Esperanza, cuya labor en favor del bienestar emocional tanto valoro y agradezco.
Ya la primera frase: “¿Quién escucha a quién cuando hay silencio?”, nos sugiere que quien se ofrece a prestar oídos al que acude en busca de orientación, también percibe sus propias voces interiores, que le dan pistas acerca de sí mismo. El silencio a veces resulta incómodo e intentamos llenarlo de palabras, pero la reflexión y el sentirse a uno mismo lo requieren.
“¿Quién empuja a quién si uno no anda?” nos recuerda que nadie puede imponer sus “soluciones” a los demás, porque el camino de cada cual tiene que elegirlo él mismo. Dar consejos es menos útil que permitir, con tus preguntas, que las respuestas vayan tomando forma en la mente del interlocutor. Y de nada sirve forzar las decisiones o los comportamientos, porque tienen que salir de uno mismo para ser adecuados y efectivos.
Pero esto conecta con otro interrogante: “¿Quién devuelve a quién la confianza?”, y con ella la seguridad en sí mismo y la fe en los demás que nos hace falta para reparar las grietas de nuestra alma o para emprender nuevas aventuras. Tal vez el sabernos escuchados por alguien que no nos juzga suponga el primer paso, o quizás lo sea el recibir la confidencia del otro. Y al brindar cariño y comprensión al que lo necesita también nos estamos dando consuelo y aliento, porque “¿quién recibe más al darse un beso?”.
A veces somos tan conscientes de nuestras limitaciones que nos creemos incapaces de aportar nada al prójimo, pero “¿quién nos puede dar lo que nos falta?”. Sólo nosotros mismos, con un compromiso permanente con la formación y con la profundización interior, si bien el encuentro con otras personas nos facilita la tarea, porque da lugar al autoconocimiento y la empatía, despertando valores y sentimientos adormecidos, que no éramos conscientes de que existían.
Cuando nos sentimos “mejores” que aquellos que ese momento parecen estar pasándolo peor que nosotros, deberíamos tener presente que no somos esencialmente diferentes de ellos y la vida muchas veces nos enseña que no hemos superado, ni de lejos, los defectos y heridas interiores que distinguimos tan claramente en los demás. Así que “¿quién enseña a quién a ser sincero?” y a darse cuenta de que se está engañando a sí mismo para no hacer frente a sus temores o que busca excusas para no tomar decisiones difíciles.
Y así se siguen sucediendo preguntas que resuenan como aldabonazos: “¿quién se acerca a quien nos da la espalda?”, “¿quién cuida de aquello que no es nuestro?”, “¿quién acoge a quién en esta casa?”, “¿quién llena de luz cada momento?”, “¿quién le da sentido a la Palabra?”…
Hasta llegar a las dos preguntas finales y definitivas: “¿Quién libera a quién del sufrimiento?” y “¿quién mantiene intacta la Esperanza?”, puesto que la conclusión a la que llego es que colaborando en estas dos misiones, vitales para el género humano, estamos contribuyendo a abrir un camino hacia la solidaridad y la alegría del que nosotros también nos beneficiamos, porque en lo referente al amor se recibe tanto o más que lo que se da.