Testimonios
Yolanda Fernández
Hoy quiero dar las gracias especialmente a Juan, nuestro querido psicólogo del Teléfono de la Esperanza, y a todos mis compañeros y compañeras del curso que actualmente estoy realizando sobre Crecer para Ayudar, porque sin ellos no me hubiese dado cuenta del papel de Salvadora que estaba haciendo con algunas personas en mi vida.
A través de las enseñanzas de este magnífico curso, he sido consciente de que mi papel de Salvadora estaba enfocado en solucionar los problemas de los demás y en darles mi apoyo emocional y en muchos otros niveles, olvidándome por completo de lo que eran mis verdaderas necesidades. Salvar a los otros era una manera de no querer ver mis propias heridas.
Muchas de mis heridas se han producido en mi infancia, al identificarlas y poder hablar sobre ellas en este curso, me he dado cuenta que yo sentía una gran necesidad de escapar de mi misma y de no hacerme responsable de mis propias heridas, yo prefería enfocarme en ayudar a los demás y así me sentía útil.
En mi papel de Salvadora también buscaba afecto entre otras cosas y cuando he sido consciente de todo ello me ha producido un gran dolor, pero a la vez he podido ir sanando mis heridas y ahora vivo más tranquila, porque he podido comprender mucho mejor mi comportamiento.
Salvador y Víctima se interrelacionan porque uno (Salvador) prefiere hacerse responsable de las heridas del otro, y el otro (Víctima) prefiere que alguien lo haga en su lugar. Este tipo de relaciones son muy dañinas e insanas para las personas y muchas veces no somos conscientes de por qué estamos actuando así. El Salvador o la Salvadora no se dan cuenta de que al final su papel los convierte también en Víctimas.
El papel que he desempeñado de Salvadora ha sido muy dañino. Recuerdo un día a lo largo de mi vida, que literalmente no podía ni siquiera caminar de lo agotada que estaba tanto física como mentalmente. Mi cuerpo se expresó de esa forma y me mandó un mensaje: ¡Yolanda, detente! Mi cuerpo me estaba gritando que estaba haciendo algo muy mal en mi vida. Ahora me doy cuenta que, en mi intención de salvar a otros, me estaba maltratando a mí misma. Gracias al Teléfono de la Esperanza he sido consciente de mi papel de Salvadora y a través de él he averiguado qué buscaba en mi vida, qué carencias tenía y qué heridas no tenía sanadas.
Desde aquí doy las gracias al Teléfono de la Esperanza y muy especialmente a Juan, así como a Alfonso, que son los psicólogos que colaboran generosamente en este curso. Gracias a ellos y a mis queridos compañeros y compañeras cada día puedo crecer un poco más.
En este viaje voy muy bien acompañada, estoy aprendiendo mucho, poniendo en práctica en mi vida diaria sus enseñanzas y a mí también me gustaría que las experiencias de mi vida puedan aportar algo positivo a la vida de los demás. Cuando escucho a mis compañeros y compañeras compruebo el respeto que todos nos tenemos y lo bien que me escuchan. Me doy cuenta que caminamos juntos, de una forma muy especial y enriquecedora, en este nuevo viaje de nuestras vidas.
La verdad es que cada uno de nosotros, con lo que estamos aprendiendo, tenemos que seguir nuestro propio camino a nivel individual, pero como bien decía un poeta “Caminante no hay camino se hace camino al andar”, y yo añadiría que con el Teléfono de la Esperanza se camina muchísimo mejor.
¡Un achuchón!